A finales de septiembre tuvo lugar en Canfranc el Campeonato del Mundo de Trail y Mountain Running, donde atletas de máximo nivel y procedentes de todo el mundo acudieron hasta tierras aragonesas para competir en la prueba internacional más importante de la especialidad y disfrutar de la montaña y de los valles de nuestro Pirineo.
Para el buen desarrollo de una competición de este calibre, todo el personal involucrado tiene que estar coordinado perfectamente: la propia organización, los servicios sanitarios, los voluntarios, los medios de comunicación, los jueces… El resultado final de todo este trabajo fue un exitoso Campeonato del Mundo elogiado tanto por participantes como por la prensa y la propia World Athletics.
Entre las muchas anécdotas que surgen en una competición mundial de cuatro días y de estas características, con carreras entre barrancos, riscos, bosques, rocas, pendientes empinadas, precipicios… donde las torceduras, lesiones y caídas son habituales, destaca lo acontecido en la carrera Long Trail del sábado 27.
En el avituallamiento de Iserias, avisan al juez de Aragón David Catalán, supervisor de dicho punto, de que hay una atleta en las proximidades con graves problemas de movilidad. David sube a buscarla junto con un voluntario y encuentran a una atleta con calambres en ambas piernas que le impiden flexionarlas y continuar. Con la ayuda del voluntario consiguen bajarla hasta una zona donde es accesible el aterrizaje de un helicóptero. Tumban a la atleta en el suelo, cubren sus piernas con una manta térmica y David protege su torso y brazos con su chaqueta. Hasta el lugar consigue llegar una enfermera que la atiende y vigila constantemente. Entre los tres, David, la enfermera y el voluntario, tranquilizan y consuelan a la corredora porque se encuentra muy nerviosa y preocupada.
Solicitan la llegada de un helicóptero para el rescate de la atleta. En estos momentos todo el grupo se encuentra a más de 2200 metros de altura. Les informan de que el helicóptero no está disponible. Acceden al lugar una médica y una enfermera y se aseguran de que no haya ningún problema que pueda complicar su situación.
Tras cinco horas de espera, en las que los problemas de movilidad de la atleta persisten, aparece el helicóptero y traslada a la atleta y a la enfermera a Canfranc. Una vez les confirman que la atleta se halla allí con los cuidados médicos pertinentes, el voluntario y David proceden a bajar desde los 2200 metros de altura caminando hasta Canfranc, después de haber estado más de 10 horas en la montaña. Con esta acción, David excedió con creces las funciones propias de su cargo como juez, funciones que no todo el mundo hubiese asumido.
A pesar de la larguísima jornada, David encontró en la experiencia algo enriquecedor al compartir todo ese tiempo con la atleta, acercando la visión de dos mundos muy diferentes, pero a la vez ligados: la visión de una atleta internacional y la de un juez de alto nivel y gran valor humano.
